domingo, 29 de agosto de 2010
Retratos
Agradezco antes que nada a Clara Nougués Herrera Vegas que me dió acceso a su archivo fotográfico en donde he podido encontrar algunas fotos familiares de Rafael que no conocía.
Ella conserva una carpeta con copias de fotografías de un álbum que su abuelo Marcelino le prestó para reproducirlo. Gracias a su interés hace al menos 60 años, tenemos acceso a casi 100 fotografías, la mayoría relacionada a la familia de Leonardo Pereyra Iraola, pero donde he podido encontrar 4 fotos de Rafael, y que subo aquí para compartir con la familia. Quién sabe si los originales seguirán existiendo.
Impresión me ha causado la frase que ella ha obtenido de un recorte de diario, escrita por Raúl Aráoz Anzoáetegui, que dice así: "Aquí los muertos que aún viven en mi pensamiento, o en algún retrato de la oscura sala, hasta que van desapareciendo cuando los nuevos habitantes de la casa ya no los conocen"
miércoles, 25 de agosto de 2010
Pablo Antonio Pizzurno
Pablo A. Pizzurno fue un educador argentino nacido en Buenos Aires el 11 de Julio de 1865 y fallecido el 24 de marzo de 1940. Comunmente se llama a la sede del Ministerio de Educación como "Palacio Pizzurno" pero su verdadero nombre es "Palacio Sarmiento", quedando el nombre de Pablo Pizzurno la calle del frente de dicho edificio.
Con motivo del centenario del nacimiento del Dr. Rafael Herrera Vegas, es publicado en el diario La Nación un artículo escrito por Don Jorge Lavalle Cobo. Transcribo aquí la carta que le envió Pablo A. Pizzurno a Jorge Lavalle Cobo comentando dicho artículo.
Buenos Aires, octubre 30 de 1934
Señor Jorge Lavalle Cobo
Mi querido Lavalle
Acabo de leer su magnífico artículo consagrado al Dr. Herrera Vegas. Me ha emocionado profundamente hasta el nudo en la garganta. Ya sabe Ud. que yo lo conocí y lo traté un poco de cerca cuando iba a su casa tres veces por semana para enseñar matemáticas a Rafael y Marcelino, a Leonardo Pereyra Iraola y al hermano de Ud., Ricardo. Yo enseñaba un poquito a esos muchachos; pero si supiera Ud. cuanto, cuanto me beneficié, y para siempre en esa casa. Yo iba de noche y encontraba allí siempre reunidos a “caballeros” del tipo de D. Ricardo Lavalle, su padre (lo estoy viendo), D. Amancio Alcorta, D. Leonardo Pereyra, Arata y otros; y cuando, a veces, el Dr. Herrera Vegas, al pasar yo entre ellos por la sala de billar, me detenía para hablarme de cómo andaban los estudios y con ese motivo departía en todos un momento; que orgulloso y estimulado se sentía el joven profesor normal, muchacho él también como sus cuatro discípulos, pero de origen humilde! El impulso que por elevarme espiritualmente yo recibí en contacto con ese ambiente, me ha servido de mucho en la vida.
Se explicará Ud., entonces, la emoción que su justiciero artículo me ha producido. Lo felicito y hasta le agradezco como argentino, que lo haya publicado. Le hace muy bien presentando esos modelos, hoy más que nunca.
Lo abraza cordialmente, su viejo amigo y affmo S.S.
Pablo A. Pizzurno
Con motivo del centenario del nacimiento del Dr. Rafael Herrera Vegas, es publicado en el diario La Nación un artículo escrito por Don Jorge Lavalle Cobo. Transcribo aquí la carta que le envió Pablo A. Pizzurno a Jorge Lavalle Cobo comentando dicho artículo.
Buenos Aires, octubre 30 de 1934
Señor Jorge Lavalle Cobo
Mi querido Lavalle
Acabo de leer su magnífico artículo consagrado al Dr. Herrera Vegas. Me ha emocionado profundamente hasta el nudo en la garganta. Ya sabe Ud. que yo lo conocí y lo traté un poco de cerca cuando iba a su casa tres veces por semana para enseñar matemáticas a Rafael y Marcelino, a Leonardo Pereyra Iraola y al hermano de Ud., Ricardo. Yo enseñaba un poquito a esos muchachos; pero si supiera Ud. cuanto, cuanto me beneficié, y para siempre en esa casa. Yo iba de noche y encontraba allí siempre reunidos a “caballeros” del tipo de D. Ricardo Lavalle, su padre (lo estoy viendo), D. Amancio Alcorta, D. Leonardo Pereyra, Arata y otros; y cuando, a veces, el Dr. Herrera Vegas, al pasar yo entre ellos por la sala de billar, me detenía para hablarme de cómo andaban los estudios y con ese motivo departía en todos un momento; que orgulloso y estimulado se sentía el joven profesor normal, muchacho él también como sus cuatro discípulos, pero de origen humilde! El impulso que por elevarme espiritualmente yo recibí en contacto con ese ambiente, me ha servido de mucho en la vida.
Se explicará Ud., entonces, la emoción que su justiciero artículo me ha producido. Lo felicito y hasta le agradezco como argentino, que lo haya publicado. Le hace muy bien presentando esos modelos, hoy más que nunca.
Lo abraza cordialmente, su viejo amigo y affmo S.S.
Pablo A. Pizzurno
San Carlos de Bolívar
El domingo 18 de agosto de 1985 se publicó un artículo de don Carlos A. Zemborain, en el diario La Prensa. Muy amablemente Rafael Lobos me hizo llegar la copia del mismo y voy a volcar algunos párrafos del mismo que se relacionan con Rafael Herrera Vegas.
"Se debe aclarar que originaria y oficialmente se denominó San Carlos al pueblo y Bolívar al partido, contrariamente a lo usual, que era unificar los nombres; el uso y la costumbre produjeron la simbiosis al juntar los dos nombres en uno. El origen del nombre San Carlos es bien conocido por el fortín, y la memorable batalla del año 1872 contra Calfucurá; en cuanto al segundo nombre a pesar del empeño no dejó de ser un misterio. Sin disminuir la grandeza del prócer americano era difícil encontrar el motivo de su elección en aquel momento y lugar."
A mi me pasaba lo contrario cuando viajaba por aquellos lares. Sabía que Bolívar llevaba aquel nombre gracias a Rafael Herrera Vegas, y lo mismo entendía de Sucre, que se encuentra cerca de Luján. Pero no podía relacionar a Don Simón Bolívar con San Carlos. No entendía aquella conjunción.
"Con sus ahorros y con fe en el país, Rafael compró dos campos en el deslinde de los hoy partidos de Bolívar y Olavarría, y les puso los nombres de San Rafael y La Carmelita, éste en recuerdo de su querida y desdichada esposa.
También compró más adelante un campo en Luján.
En el momento de la fundación de San Carlos de Bolívar, solicitó al General Mitre, con quién mantenía fluída relación de amistad, se le imponga al nuevo partido y pueblo el nombre del prócer venezolano. Lo mismo ocurrió con la estación próxima a su campo de Luján, que se denomina Sucre, gracias a igual pedido; recordemos que Rafael era pariente de Sucre, y su esposa sobrina de Bolívar.
Sería bueno que un busto o al menos una placa de bronce recordara en Bolívar su memoria, ya que si bien la Argentina recibió al ilustre médico "como si no fuera extranjero" -como él mismo lo dice en una carta- y le brindó su segunda patria, por otro lado aquél devolvió con creces todo ello con la actuación de su vida eterna.
Que el recuerdo de don Rafael Herrera Vegas se una al de San Carlos de Bolívar, nombre que parece terminar en un tañido, eco de aquel lejano y triunfal que resonó un día por toda América."
miércoles, 18 de agosto de 2010
Torcuato de Alvear - Intendente Municipal
Don Torcuato de Alvear nació en Montevideo, Uruguay el 21 de Abril de 1822 y falleció en Buenos Aires el 8 de Diciembre de 1902. Hijo del General Don Carlos María de Alvear y padre del Presidente de la República (1922-28) Don Marcelo Torcuato de Alvear.
En el año 1883 se crea el puesto de Intendente de la Ciudad de Bs.As., el Presidente de la República, General Julio A. Roca, designa a Don Torcuato de Alvear para ocupar dicho cargo, que lo hará hasta 1887.
La nota adjunta que lleva el membrete de TORCUATO DE ALVEAR - INTENDENTE MUNICIPAL DE LA CAPITAL es un fiel testimonio del respeto que le tenía al Dr. Rafael Herrera Vegas como una autoridad en la medicina, y en este caso lo consulta sobre la ordenanza de la vacunación obligatoria, que supongo se refiere a la vacunación obligatoria contra la viruela.
La nota dice así: Saluda muy afectuosamente al Dr. Rafael Herrera Vegas y tiene el placer de acompañarle la ordenanza dictada por el cuerpo sobre vacunación obligatoria, solicitando al mismo tiempo su autorizada opinión sobre la referida ordenanza. Jueves 8
sábado, 14 de agosto de 2010
Facultad de Medicina de París
Rafael había llegado a Francia para estudiar pintura con su amigo Camille Pissarro, quien lo lleva a peñas y cenáculos donde conoce a Manet, Monet, Renoir, Cezanne y Sisley. Rafael se siente aplastado por esos genios de la pintura moderna y se da cuenta que jamás podrá alcanzar a Camille, y que jamás podrá sobresalir en la pintura.
Rafael ha decidido que se debe ser primera figura en su arte o en su trabajo; para eso ha venido a estudiar a París y no puede decepcionar a sus parientes que, con sacrificio, costean sus estudios. Y aquí viene lo más extraordinario: Rafael cambia de rumbo, corta definitivamente con la pintura, y decide estudiar medicina en la famosa escuela de la época de Napoleón III.
Recibió allí las enseñanzas de Wurtz, Claude Bernard, Sapey, Bouillaud, Trousseau, de Jules Simon, el conocido pediatra, y sobre todo de Velpeau, de quién fue su interno durante tres años.
Rafael fue un alumno brillante que supo distribuir su tiempo entre el estudio de la medicina, el acrecentar su cultura, y las actividades sociales. No se desvinculó del ambiente de pintura y, además de Camille y sus amigos los futuros impresionistas, tuvo buena amistad con los pintores españoles Fortuny y los Madrazo.
Aqui podemos ver un certificado de llamado a exámen y algunos recibos del pago a la Facultad.
Calle Victoria
Como comenté anteriormente, al llegar a Buenos Aires, Rafael vivía en la calle Victoria. Fuí al archivo de Aguas Argentinas, ya que entiendo que allí se conservan los planos más antiguos, pero no pude localizarlo. Por lo tanto será suficiente la descripción de esa casa que tenemos de Don Marcelino.
Aquí podrán ver el recibo de pago por el alquiler de aquellos primeros tiempos, y dos tarjetas de visita de Don Rafael. Una acusa Victoria 451 y la otra Victoria 751. Lo que no tengo claro es si eso tiene que ver con los cambios de numeración de las calles que hubo en ese momento, o simplemente por cambio de domicilio.
Amancio Alcorta
Conservo en mi archivo una tarjeta firmada A. Alcorta y fechada 24 de octubre de 1891, por lo que me hace suponer que fue enviada por el Dr. Amancio Alcorta a Herrera Vegas y dice lo siguiente: "Mi querido amigo: Un médico que llega a esa altura no tiene el derecho de escribir con la pluma de acero con que escribimos todos los pobres mortales. Pensando así y plenamente convencido de ello, me permito enviarle esa pluma de oro que espero la aceptará como un recuerdo bien sincero como afectuoso.”
Amancio Alcorta nació en Bs.As. el 27.03.1842 y allí falleció, siendo Ministro de Relaciones Exteriores, el 05.05.1902. Doctor en Jurisprudencia de la Universidad de Bs.As., diputado, juez, fiscal de estado, ministro de hacienda, ministro de gobierno de Bs.As. y director del Banco de la Provincia. Director del Colegio Nacional de Bs.As., y del Banco Nacional. Ministro del Interior y de Instrucción Pública.
Cuenta Marcelino Herrera Vegas en sus memorias que "los amigos de mi padre, que lo querían y lo acompañaban siempre, fueron: don Carlos R. Larreta, don Manuel Correa Morales, don Leopoldo Basavilbaso, don Ricardo Lavalle y don Amancio Alcorta."
Amancio Alcorta nació en Bs.As. el 27.03.1842 y allí falleció, siendo Ministro de Relaciones Exteriores, el 05.05.1902. Doctor en Jurisprudencia de la Universidad de Bs.As., diputado, juez, fiscal de estado, ministro de hacienda, ministro de gobierno de Bs.As. y director del Banco de la Provincia. Director del Colegio Nacional de Bs.As., y del Banco Nacional. Ministro del Interior y de Instrucción Pública.
Cuenta Marcelino Herrera Vegas en sus memorias que "los amigos de mi padre, que lo querían y lo acompañaban siempre, fueron: don Carlos R. Larreta, don Manuel Correa Morales, don Leopoldo Basavilbaso, don Ricardo Lavalle y don Amancio Alcorta."
jueves, 5 de agosto de 2010
Recuerdos de Adolfo Bioy
Agradezco a Rafael Lobos Herrera Vegas (bisnieto del homenajeado) que me hizo llegar este extracto del libro Antes del Novecientos, de Adolfo Bioy (Bs.As. 1a edición Julio de 1958 y 2a edición noviembre de 1958):
"A Fortín Brandsen iba mi padre, por un día, desde Las Casillas; cuando nos encontrábamos allí, Enrique y yo lo acompañábamos. Hacíamos el viaje, de diez leguas largas, en el mismo coche en que habíamos ido desde Pardo, el rockaway (una vez lo hicimos en el break de Las Casillas), sin cambiar caballos, dándoles un descanso de cuatro horas en Blanca Grande. En esas horas almorzábamos en la estancia de Herrera Vegas; después de almorzar, mi padre dormía una siesta y nosotros, Enrique y yo, íbamos a pasear a la laguna. Cuando estaba allí Rafael Herrera Vegas (lo que ocurrió dos veces en las cuatro o cinco que fuimos) nos llevaba él mismo, con un coche de la estancia; sino nos llevaba el mayordomo, que se llamaba del Llano.
Era aquella una estancia magnífica; tenía un monte inmenso, que visto a la distancia, era más bien bajo. Yo no visité nunca la parte de los galpones y de la administración, pero sabía por mi padre que todo eso era perfecto. En cambio, lo que siempre vi, fué la esquina, la casa de negocio de la estancia, situada a veinte cuadras de La Carmelita (éste era el nombre del establecimiento). El campo tenía nueve leguas de superficie, era muy célebre en la zona, tal vez el más reputado, por la cantidad y calidad de sus haciendas y por su impecable organización y por que allí estaba la famosa laguna Blanca Grande. Mis recuerdos, un poco confusos, del gran señor anciano que era el doctor don Rafael Herrera Vegas, que en una de nuestras visitas estaba en la estancia y nos recibió a almorzar con mucha amabilidad, los de la excelente comida, los del comedor, un cuarto cuadrado de vastas dimensiones con dos mesas, la de comer y la de billar, se hacen más precisos con respecto a la Blanca Grande."
"A Fortín Brandsen iba mi padre, por un día, desde Las Casillas; cuando nos encontrábamos allí, Enrique y yo lo acompañábamos. Hacíamos el viaje, de diez leguas largas, en el mismo coche en que habíamos ido desde Pardo, el rockaway (una vez lo hicimos en el break de Las Casillas), sin cambiar caballos, dándoles un descanso de cuatro horas en Blanca Grande. En esas horas almorzábamos en la estancia de Herrera Vegas; después de almorzar, mi padre dormía una siesta y nosotros, Enrique y yo, íbamos a pasear a la laguna. Cuando estaba allí Rafael Herrera Vegas (lo que ocurrió dos veces en las cuatro o cinco que fuimos) nos llevaba él mismo, con un coche de la estancia; sino nos llevaba el mayordomo, que se llamaba del Llano.
Era aquella una estancia magnífica; tenía un monte inmenso, que visto a la distancia, era más bien bajo. Yo no visité nunca la parte de los galpones y de la administración, pero sabía por mi padre que todo eso era perfecto. En cambio, lo que siempre vi, fué la esquina, la casa de negocio de la estancia, situada a veinte cuadras de La Carmelita (éste era el nombre del establecimiento). El campo tenía nueve leguas de superficie, era muy célebre en la zona, tal vez el más reputado, por la cantidad y calidad de sus haciendas y por su impecable organización y por que allí estaba la famosa laguna Blanca Grande. Mis recuerdos, un poco confusos, del gran señor anciano que era el doctor don Rafael Herrera Vegas, que en una de nuestras visitas estaba en la estancia y nos recibió a almorzar con mucha amabilidad, los de la excelente comida, los del comedor, un cuarto cuadrado de vastas dimensiones con dos mesas, la de comer y la de billar, se hacen más precisos con respecto a la Blanca Grande."
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