martes, 5 de octubre de 2010

Leopoldo Montes de Oca


Leopoldo Mamerto Montes de Oca nació en Buenos Aires el 11 de mayo de 1833 y falleció el 4 de mayo de 1906. Médico de la Universidad de Buenos Aires y Decano de la Facultad de Medicina. Era solamente un año mayor a Rafael, y seguramente por estar en el mismo ambiente médico, han generado amistad. No solo eso, si no que Leopoldo ha encontrado en Rafael la confianza suficiente para tomarlo como consejero, y la sabiduría necesaria para ayudarlo con sus consultas.

Si bien Don Leopoldo Montes de Oca escribió "Confidencial" encabezando esta carta, ya han pasado 107 años y creo que la misma representa simplemente un documento histótrico, es por eso que me atrevo a publicarla. No conozco la respuesta que haya dado Rafael a esta misiva, pero es de esperarse que le aconsejó que no renuncie al Decanato. Más abajo he publicado una carta de Don Rafael felicitando al Dr. Enrique del Arca por su nombramiento como Decano, fechada 08.03.1906, dos meses antes de la muerte del Dr. Leopoldo Montes de Oca, seguramente fecha para la cual su enfermedad estaba muy avanzada.


Confidencial

Mi Querido Herrera

Le escribo desde mi humilde retiro de Flores – Rivadavia 6391 – donde he venido á buscar soleda para mi espíritu y descanso para mi cuerpo, al lado de mis sobrinas-nietas, que son un encanto, y rodeado de una vegetación que alegra el alma.
Quiero hacerle una consulta, y la hago á Ud., por que al dirigir mi visita hácia mis compañeros de Facultad, creo encontrar en Ud. mayor benevolencia y más sólida amistad. Si me equivoco en el diagnóstico, tendré que recurrir á Lagleyze, nombrado con tanto acierto Vice-Decano.
Mi consulta es la siguiente. Con motivo de mi enfermedad, y desde que estoy enfermo no cabe duda, pues necesito estar sometido á un régimen severo de alimentación para pasarlo regularmente – no voy al centro por lo general sino dos días en la semana, para concurrir a la Comisión de Obras de Salubridad. Allí las escaleras son muy cómodas, y son las únicas que subo, por que cuando se trata de casas de la familia, que sean de altos, me valgo del ascensor ó de una silla.
La escalera de la Facultad me aterra y me produce presentimientos siniestros, y no hay esperanza de ascensor ni de que las reuniones se hagan en el piso bajo.
¿Qué hacer en esta situación? Ud. sabe que la única dote de que puedo enorgullecerme, es la de haber sido cumplidor como Profesor y como Académico. Me duele por eso proceder como procedo, y no tengo otro remedio sino hacerlo así:
¿Pediré nuevamente licencia? ¿Me la concederán? ¿Ó afronto la cuestión de modo radical y presento mi renuncia?
Aquí está mi cariño por la Facultad. En vez del elemento modesto pero conservador, que yo represento, ¿quién entrará á substituirme? …
Siento por otra parte abandonarla cuando la borrasca se cierre sobre las autonomías de las Facultades, amenaza absorberlas.
No sé si he escrito todo lo que tenía que decirle. Bien pensado esto no debía ser asunto para una carta, sino para una conversación franca y abierta, pero no siendo fácilmente realizarla lo último, he dejado correr libremente la pluma, y espero su contestación.
Créame su sincero amigo y afectuoso colega

Leopoldo Montes de Oca
Junio 6 de 1903

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